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jueves, 24 de abril de 2008

Un ciego que pudo ver con la lengua

Ocho años después de haber perdido la vista por completo, Héctor Olivera pudo visualizar el nombre de su mujer sobre una pizarra. Pero no lo hizo con los ojos, sino con la lengua. Lejos de la historia de un milagro, lo que sigue es uno de los primeros testimonios que se conocen en el país sobre la aplicación experimental de una tecnología que podría revolucionar la vida de miles de personas invidentes.

A través de un dispositivo que reemplaza al ojo humano por una cámara, y los estímulos del nervio óptico por impulsos eléctricos en la lengua, Olivera, un profesor de inglés de 62 años, asegura haber traspuesto en cierto modo la oscuridad con la que convive desde hace ocho años a consecuencia de una diabetes.

Su experiencia tuvo lugar días atrás en el Hospital de Villa El Chocón, donde desde noviembre último funciona un centro de entrenamiento para invidentes basado en un desarrollo tecnológico de la Universidad de Wisconsin. Para Olivera, quien accedió a él como voluntario y por invitación del Rotary Club -organismo que trajo esa tecnología al país- fue algo tan asombroso que hasta entonces "sólo creía posible en una novela de ciencia ficción".

Sin tomar contacto directo con los objetos, esta tecnología permite a las personas no videntes percibir en el cerebro sus formas, tamaños y distancias. "Llegué incluso a hacer rebotar una pelota y atraparla una y otra vez en distintos lugares", cuenta el profesor, oriundo de Chascomús y ex secretario bonaerense del Menor y la Familia entre 1983 y 1987.

LA VISION, EN EL CEREBRO

"Según la teoría en la que se basa este desarrollo -explica Olivera- la visión no está en el ojo sino en el cerebro. Los ojos son sólo instrumentos que pueden ser sustituidos por una cámara montada sobre el marco de unas gafas. Por medio de una computadora portátil, las señales lumínicas que capta esa cámara son convertidas en impulsos eléctricos que el cerebro puede aprender a interpretar como imágenes".

Para ello se utiliza un dispositivo del tamaño de una estampilla, con 144 electrodos, que la persona coloca sobre su lengua. Cada señal eléctrica -percibida como "una leve efervescencia"- equivale a una forma y un tamaño particular. El resto consiste en reeducar al cerebro para que asocie esas formas con imágenes conservadas en la memoria.

Reeducar al cerebro para ese nuevo modo de percepción "no es fácil; mucho menos para una persona que nació ciega y carece de la memoria visual de algunos objetos", pero "los avances son constantes", asegura Olivera, quien cuenta que a lo largo de su semana de entrenamiento experimental, tras cada sesión de 45 minutos, "salía transpirado por la emoción como si hubiera estado jugando al fútbol".

Desafortunadamente para Olivera, y otras personas invidentes, la tecnología a la que tuvo acceso -y que forma parte de un programa conocido como "Visión 2005"- no se encuentra todavía aprobada para su comercialización. En consecuencia no está disponible fuera de algunos centros experimentales, de los cuales el de Villa El Chocón es uno de los tres que existen en el mundo (los restantes están en el departamento de Ortopedia y Rehabilitación de la Universidad de Wisconsin y en Cuernavaca, México).

"A pesar de que se trata de un tecnología no invasiva y que no supone riesgo alguno para la salud, los instructores me explicaron que faltan reunir pruebas de su efectividad para lograr que sea aprobada por la Agencia de Drogas y Medicamentos de Estados Unidos. Recién entonces se podría comercializar en ese país y, si la aprueba luego el ANMAT, también en el nuestro" comenta Olivera, quien guarda la expectativa de que eso ocurra pronto.

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