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lunes, 21 de abril de 2008

El exorcista: La maldicion de la pelicula




o cabe duda de que la película El exorcista puso de actualidad en el mundo entero el tema del satanismo, las posesiones diabólicas y los exorcismos, porque si bien anteriormente ya se daba el fenómeno y se utilizaba el viejo rito del exorcismo, nunca hasta entonces se habló tanto de ello. En efecto, hemos de reconocer que gracias a la publicación de la novela y a la realización del filme, William Peter Blatty ha conseguido que las personas se interesen por este tipo de extraños fenómenos, y que la ciencia se fije un poco más en ellos, los investigue y los analice. Tras la publicación de la novela El exorcista, ante la insistente demanda por parte del público de más detalles y pormenores sobre el tema, se escribió el guión de la película del mismo nombre y se estrenó en 1973.


A continuación transcribimos los puntos más importantes relativos a cómo y por qué William Peter Blatty se interesó e investigó sobre este oscuro y misterioso tema de las posesiones. Corría el año 1949 cuando William Peter Blatty, estudiante en la Universidad de Georgetown, en Washington, DC, leyó el siguiente relato en el numero del 20 de agosto de The Washington Post: “Ha sido quizás una de las más notables experiencias de su clase en la reciente historia de la religión. Un muchacho de catorce años, de Mount Rainier, fue liberado de la posesión diabólica por un sacerdote católico, según información recibida ayer. Se dijo que, sólo después de 20 o 30 sesiones del antiguo rito del exorcismo, aquí y en Saint Louis, fue, por fin expulsado del muchacho el demonio. Salvo en las 3 últimas sesiones, el muchacho caía en un violento delirio de gritos, maldíciones y frases pronunciadas en latín (lengua que nunca había estudiado), cada vez que el sacerdote llegaba a los puntos culminantes del ritual de 27 páginas en que ordenaba al demonio que saliese del muchacho. Absolutamente entregado a su tarea, el sacerdote permaneció dos meses con el chico, durante los cuales presenció manifestaciones tales como la de la cama cruzando la estancia mientras dormía el muchacho. Un pastor protestante de Washington informó con anterioridad que había presenciado personalmente manifestaciones similares, como una vez en que el jergón donde dormía el chico se deslizó despacio sobre el suelo, hasta que el muchacho se dio de cabeza contra una cama, despertándose. En otra ocasión, referida por el pastor protestante, un pesado sillón en que estaba sentado el muchacho, con las rodillas encogidas debajo del mentón, se inclinó lentamente a un lado y se volcó, arrojando al chico al suelo. El último exorcismo, durante el cual el diablo fue expulsado del muchacho, se celebró, según se informa, en el mes de mayo, y desde entonces, no se han producido nuevas manifestaciones.



El ritual del exorcismo, en su forma actual, se remonta a 1.500 años de
antiguedad, y desde entonces hasta Jesucristo. Pero antes de apelar a él se habían
agotado todos los medios, médicos y psiquiátricos para curar al chico, en. presencia
del cual se producían, según se informó también, manifestaciones tales como las de
una fruta saltando de encima de la nevera de su casa y estrellándose contra la
pared. El muchacho fue llevado al hospital de la Universidad de Georgetown, donde
se estudió a fondo su dolencia, y al de la Universidad de Saint Louis. Ambas
instituciones pertenecen a los jesuitas. Por último, los dos hospitales católicos
informaron que se veían incapaces de curar al chico por medios naturales. Sólo
entonces se recurrió a la cura espiritual. El rito del exorcismo fue iniciado por un
sacerdote jesuita. Los detalles del exorcismo del muchacho fueron descritos, en el
mismo The Washington Post, por otro sacerdote jesuita, no por el propio exorcista.

El ritual empezó en Saint Louis, continuó en Washington y terminó en Saint Louis.
Durante 2 meses, el jesuita permaneció con el muchacho, acompañándolo en el
tren a la ida y a la vuelta, durmiendo en la misma casa y, a veces, en la misma
habitación que él. Presenció muchas manifestaciones iguales a las referidas este mes
por el pastor protestante en una reunión, el cual estuvo aquí para estudiar el caso y,
según se cuenta, dijo que era el fenómeno más imponente de Poltergeist que había
visto en todos sus años de famosas investigaciones en este campo.

El chico no se curó en seguida con el ritual del exorcismo. La práctica de éste
requiere unos tres cuartos de hora. Durante este tiempo, el muchacho sufría
terribles arrebatos, blasfemaba, chillaba y pronunciaba las asombrosas frases en latín.
Pero, en definitiva, durante la última celebración del rito, el muchacho permaneció
tranquilo. Y se ha dicho que desde entonces han cesado todas las manifestaciones
de la dolencia, como el extraño desplazamiento de la cama en la habitación y una
vez en que la familia del chico vio que un cuadro salía proyectado de la pared en
presencia de aquél. A principios de este año fue cuando unos miembros de la familia
del muchacho visitaron a su pastor y le contaron los extraños sucesos que ocurrían
en su casa de Mount Rainier desde el 18 de enero de 1949.

El ministro visitó la casa del chico y presenció algunas de las manifestaciones. Pero
aunque a primera vista parecían inexplicables, como las raspaduras en la pared en
presencia del chico, había siempre la posibilidad –dijo– de que el propio muchacho
produjese de algún modo los ruidos. Siempre impulsado por su escepticismo, el
pastor llevó al chico a pasar una noche, la del 17 de febrero, a su propia casa. Y allí,
ante sus propios ojos, se produjeron las dos manifestaciones que, a su entender,
estaban más allá de cualquier explicación natural. En una de éstas, el jergón del
chico se deslizó por el suelo, teniendo él las manos destapadas y rígido el cuerpo. En
la otra, el pesado sillón en el que estaba el muchacho sentado inmóvil, se inclinó y
cayó, ante los asombrados ojos del pastor. Éste trató de hacer caer el sillón,
estando sentado en él, pero no lo consiguió. El caso produjo reacciones tales como
la de unos vecinos de la familia del muchacho, que rociaron con agua bendita los
alrededores de la casa. Según se dijo, el escepticismo de algunos vecinos de Mount
Rainier se desvaneció de pronto cuando, después de haberse burlado del asunto,
invitaron al chico y a su madre a pasar una noche en sus propias casas «no
encantadas» y vieron, asombrados, cómo se producían algunas manifestaciones ante
sus propios ojos, tales como las violentas y, al parecer, involuntarias sacudidas de la
cama del muchacho.

El artículo que acabamos de reproducir impresionó y movilizó a W.P.Blatty, porque si
había demonios, también, lógicamente, tenía que haber un Dios y vida eterna.
Pasaron los años, William Peter Blatty se convirtió en escritor, y, según confiesa él
mismo, pensó muchísimas veces en este caso de posesión, que había alimentado su
imaginación a partir de 1949. Era un tema digno de una gran novela, por lo cual fue
a la redacción del periódico, se interesó por el caso, pero no consiguió información
alguna.

Blatty creía en la realidad de las posesiones demoníacas, e incluso en su juventud
creyó tener vocación sacerdotal y concibió la idea de hacerse jesuita, para lo cual
estudió y se graduó en la Universidad Católica de Georgetown, regida por los
jesuitas. Pero, al fin, comprobó que no tenía vocación. El escribir una novela sobre
posesiones demoníacas y exorcismo fue para él como la compensación a una
vocación frustrada.

En 1963 concibió la idea de escribir el gran libro sobre las posesiones diabólicas como
tema básico, idea que fue cristalizando en su mente a medida que iba investigando y
estudiando el tema de las posesiones y exorcismos. Se lo tomó muy en serio, a
juzgar por sus declaraciones: “Durante más de veinte años he leído todos los libros
publicados en inglés acerca de estos temas, y me considero el mayor especialista en
esta materia en los Estados Unidos y tal vez en el mundo. No soy yo el único que
opina así, pues también lo creen los jesuitas que me conocen.”

Blatty estudió toda la literatura existente sobre las posesiones diabólicas,
remontándose incluso a las fuentes de información de los tiempos del antiguo
Egipto. De sus estudios sacó la conclusión de que el 90% de los casos podían
verosímilmente atribuirse a ftaude o ilusión, o a ambas cosas a la vez, o bien a
interpretaciones erróneas de síntomas de psicosis, en particular de esquizofrenia
paranoica o de ciertas neurosis, especialmente histeria y neurastena. También aclaró
que el 80% de los supuestos posesos eran mujeres. Este porcentaje tan
desproporcionado sugería, como opuesta a la posesión, una vulgar afección llamada
antaño “furor uterino.”



Sus descubrimientos explicaban el porqué de la obscenidad del lenguaje y el
comportamiento erótico-sexual que se manifiestan invariablemente y sin excepción
en todos los casos de presunta posesión diabólica. Es evidente el Síndrome de
Tourette, Inhabitual perturbación neurológica sólo recientemente aislada y
etiquetada, que se caracteriza en especial por una súbita y aparentemente
inmotivada e imprevisible aparición de un impulso generalmente irresistible, a
pronunciar una interminable serie de obscenidades, de repugnante grosería.
Descubrió una sintomatología común en casos de posesión separados por el tiempo
y el espacio así como de edad y sexo, pues mientras en unos casos eran mujeres
jóvenes, en otros eran viejos. Todas estas investigaciones llevaron a Blatty a una
conclusión: en algunos casos, muy especiales, se daba realmente la posesión
demoníaca.

Tan profunda y exhaustiva fue la investigación de Blatty, que un famoso psicólogo,
el doctor Alan Cohern, reconoció que algunos pacientes habían estado
“demoníacamente obsesos,” o sea, que hablan llegado a una fase o nivel de
posesión diabólica. Este doctor se refirió a los casos de dos niños, de diez y once
años, respectivamente, que estaban y cuya manifestación era “una voz o ente
interior” que les mandaba, ordenaba y dirigía. Los niños acabaron por matar
crucificado a otro niño, de tres años de edad, en San Francisco, simplemente
porque “su otro yo se lo había ordenado.” También se supo que el doctor Wilson
van Deusen –psicólogo jefe del State Mental Hospital del norte de California– creía
que muchos pacientes del pabellón de enajenados mentales de aquella institución
estaban poseídos a tal extremo que él mismo llegó, en ocasiones, a practicar un
exorcismo terapéutico. En cuanto al psiquiatra Morton Prince, en una ocasión curó a
una paciente con un exorcismo oficial.

El investigador buscó a los testigos oculares de los casos de posesión, como el
famoso psicólogo William Jarnes, que en Watseka, Illinois, trató a una muchacha
posesa con cambio integral y radical de personalidad, la cual se creía una tal Mary
Roff, que tenía dieciséis años cuando murió, unos años antes, en un manicomio.
Incluso llegó a descubrir un caso que trató el prestigioso psicólogo y psiquiatra Carl
Jung: era el caso de una niña de quince años que se vio poseída por tres
personalidades diferentes durante más de un año, con una amplia producción de
fenómenos paranormales, controlados y analizados por el propio Carl Jung y, por
tanto, sin posibilidad de fraude. Entre la lista de personalidades de la ciencia que
acabaron por declarar y reconocer la existencia de la posesión podemos citar al
psiquiatra de Milwaukee, el doctor Alan Reed, quien dijo “que no descartaba la
posesión como explicación de algunas formas extremas de trastornos psíquicos.” El
doctor Walter Brown, psiquiatra del Mount Sinai Hospital, de Nueva York, dijo que
“todo psicoanálisis y la psicoterapia son formas de exorcismos.”

Gracias a los jesuitas, supo que el 23 de abril de 1961, el padre Joseph de
Tonquedec, el viejo exorcista oficial de París y uno de los más prestigiosos exorcistas
modernos, declaró que, con toda certeza, había presenciado e intervenido en un
caso auténtico de posesión diabólica y, probablemente, en otros dos casos más.
Blatty visitó a numerosos jesuitas amigos con la esperanza de que le presentaran a
alguien que hubiese efectuado un exorcismo, tal vez a un sacerdote procedente de
alguna misión extranjera, pues sabido es que los casos de posesión son frecuentes
en África y Asia. Sus investigaciones lo llevaron ante el padre jesuita Thomas
Bermingham, profesor en Brooklyn y en St. Andrews on Hudson, el cual había sido
también profesor del propio Blatty en sus tiempos de noviciado. El padre
Bermingham estaba muy cambiado: tenía cuarenta años y todo el pelo blanco, y se
decía que había sido a causa de un exorcismo. No hablaba, rondaba solitariamente
por los largos paseos entre los árboles y tenía una mirada apagada e inexpresiva.

Este padre fue precisamente el que habló a Blatty de un jesuita amigo suyo que
había llevado a cabo un exorcismo, pero que no recordaba el nombre. Se refería al
caso de posesión que el propio Blatty leyera el 20 de agosto de 1949 en The
Washington Post. Rápidamente se dirigió a la redacción del diario, pero no encontró
al periodista que había escrito el artículo, y nada sabían allí sobre los nombres del
muchacho poseso ni del exorcista que llevó a cabo el rito. Entonces Blatty se fue a
visitar a otro jesuita, también amigo suyo, que vivía en Los Ángeles, el cual pudo
facilitarle el nombre y la dirección del tan buscado exorcista.

William Peter Blatty escribió al exorcista, y éste le contestó con otra carta, que
reprodujo al final de la obra De la novela al guión. Como es natural, y para proteger
el anonimato de los verdaderos protagonistas del hecho, en esta carta se omiten los
nombres propios. La lectura de esta carta electrizó a Blatty, porque al fin había dado
con el caso que durante tantos años había buscado. Volvió a escribir nuevamente al
exorcista para que le dejara por lo menos hojear su Diario, con la promesa formal de
no publicarlo, y de nuevo el viejo exorcista se excusó aunque asegurándole que se
trataba de una posesión auténtica, en la que se habían producido fenómenos
paranormales.

Ante, la imposibilidad de conseguir la información deseada, Blatty tocó otros resortes
entre sus amigos los jesuitas, y en 1952, un sacerdote pidió ver el Diario del
exorcista en el archivo secreto de la archidiócesis de Washington, y al entregárselo
le contestaron: “Su Eminencia el cardenal me ha encargado que le informe que no
desea que el caso de posesión del muchacho de Mount Rainier sea discutido
públicamente. Los padres del muchacho hicieron petición formal a este respecto. Y
nosotros hemos tratado de librarlos, a ellos y al muchacho, de toda publicidad
enojosa.”



Este Diario del exorcista estaba bien guardado, pues había sido confiado a
otras dos personas que estaban en contacto con el chico, para vigilar el curso de su
recuperación, y a los archivos secretos de nada menos que dos archidiócesis, pero
de algún modo, el original o una copia del mismo fue a parar al archivo de un
hospital, en donde estuvo el poseso recluido durante algún tiempo y donde se
realizó parte del exorcismo. El tan buscado Diario del exorcista del caso de Mount
Rainier fue a parar a manos de William Peter Blatty, quien, por fin, pudo leerlo y
descubrir lá identidad del muchacho poseso y su dirección, así como el desarrollo y
pormenores de todo el caso de posesión y el correspondiente exorcismo, incluyendo
la producción de una amplia gama de fenomenología paranormal en presencia de
varios testigos oculares. Una vez leído el Diario, Blatty declaró que era exacto el
artículo que en su día publicara The Washington Post, y sobre el reciente y
auténtico caso de posesión montó su famosa novela El exorcista. La única persona
en el mundo que sabe y ha publicado lo que ocurrió en realidad en el caso de
posesión diabólica de Mount Rainier es William Peter Blatty, así como también es el
único que sabe cuánto hay de cierto en su novela y película respecto a este famoso
caso.

La figura del exorcista fue creada tomando modelo al filósofo-paleontólogo jesuita
Teilhard de Chardin, incluso con sus flaquezas, confesadas por él. mismo, que trabajó
como arqueólogo en las ruinas de Nínive. Para calmar la inquietud del verdadero
exorcista, cambió la figura del muchacho poseso por una niña, así como los lugares
concretos y personajes. El argumento de la novela y del filme nos presenta a una
niña posesa, una madre atea y un sacerdote de poca fe, que es llamado para el
exorcismo. La madre busca ayuda psiquiátrica, y como la ciencia no encuentra una
explicación lógica y, además, la niña comete un asesinato, empujada por un ser
interior que la domina, la madre recurre a la Iglesia católica para que la exorcicen, al
objeto de tener un poderoso argumento psicológico y emocional para librar a la niña
de la cárcel; pero resulta que la niña, realmente posesa, origina una serie de
fenómenos paranormales, por lo que, al final, son designados un exorcista y un
ayudante, y los dos llevan a cabo el rito que determina la muerte de ambos en
horribles circunstancias. Este es, a grandes rasgos, el argumento de El exorcista.

Según manifestaciones de Blatty, en el caso de posesión de 1949 no hubo
asesinatos ni muertes, si bien los dos sacerdotes que intervinieron sufrieron graves
lesiones, y uno de ellos, durante varias semanas, tuvo que levantar el cáliz con una
sola mano al decir misa. También era cierto que el muchacho poseso era, capaz de
recitar como un loro varias palabras, e incluso frases en latín, y que siempre sufría
furiosos ataques cuando el exorcista decia palabras con las que empieza el primero
de los severos conjuros del ritual católico del exorcismo, pero este fenómeno puede
atribuirse a la agudizada acción intelectual inconsciente, a veces cincuenta veces
superior a la normal y que, como dijo Jung, es una posible concomitancia de ciertas
formas de histerismo. La furia era provocada por el tono súbitamente fuerte y
autoritario que la Iglesia católica recomienda que se utilice en sus Instrucciones a los
exorcistas, para hacer los conjuros.

El exorcista exigía frecuentemente a la “inteligencia extraña” que dominaba el
cuerpo y mente del muchacho, una respuesta en latín a ciertas preguntas
ordenadas por el ritual, como, por ejemplo: “¿Cómo te llamas? ¿Cuándo te
marcharás?,” etcétera, y, en cierta ocasión, el “ente demoníaco,” protestó diciendo:
“Yo hablo la lengua de las personas.” Curiosamente, una declaración idéntica a ésta
se produjo en dos casos más de auténtica posesión, y fue explicada por los propios
“entes poseedores” como debido a la falta, en el cuerpo de sus anfitriones, de las
formaciones musculares, en el aparato físico de la fonación, que se desarrollan con el
empleo del lenguaje, y en estos dos casos a los que me estoy refiriendo, el poseso
podía hablar indistintamente en inglés, francés, alemán y latín, que son precisamente
los idiomas que conocen y hablan correctamente los jesuitas recién salidos de su
Instituto.

Entre los fenómenos paranormales que se produjeron en el caso de Mount Rainier
tenemos la levitación de una mesilla de noche que se encontraba junto a la cama
del poseso en el hospital. Esta levitación pudo ser bien observada por el profesor de
Física de la Universidad de Washington. También aparecían repetidamente marcas,
sefíales, letras y palabras, que surgían de una manera espontánea y sin causa
aparente, en distintas partes de la piel del poseso. Muchas veces eran palabras
claramente diseñadas en simples caracteres rojos, por lo general, de poco más de 51
milímetros de altura; en otras ocasiones eran símbolos, y, a veces, representaciones
pictóricas. Una de las palabras más significativas que aparecieron era spite, que en
castellano significa odio. Uno de los símbolos era una flecha, que apuntaba
directamente a los órganos sexuales masculinos del poseso. Y entre los dibujos,
clarísimos, apareció una imagen de una cara satánica. De entre toda esta variedad
de marcas, las que aparecían más frecuentemente y que alarmaban a los que
cuidaban al poseso, eran unas largas rayas, que emergían con fuerza y acababan por
romper la piel del muchacho, con la correspondiente salida de sangre, dando la
extraña sensación de que el chico había sido arañado con unas místeríosas púas de
una pequeña horca invisible, o quizá por una garra satánica.

Estas señales, que aparecían en el cuerpo del muchacho, pudieron ser observadas
repetidamente y con gran claridad, porque el muchacho sólo llevaba puestos unos
calzoncillos, y el resto del cuerpo, desnudo. No había tampoco cubrecamas, las
manos permanecían a la vista de todo el mundo y él estaba aislado, por lo cual nada
ni nadie podía hacer aquellas marcas. En cierta ocasión apareció una de las marcas en
la cara interna de un muslo, y desde aquí se extendió hasta el tobillo. El muchacho
sangró entonces abundantemente. El fenómeno se produjo a tan sólo unos
centímetros de distancia del exorcista, sus ayudantes y demás científicos que le
observaban. La duración de estas señales variaba, permaneciendo grabadas sobre su
piel, en una ocasión, durante más de cuatro horas, la palabra spite.

Tanto en la novela como en la película, Blatty cambió la levitación de la mesilla de
noche del hospital por la levitación de la propia cama de la posesa. Otros fenómenos
paranormales tomados del caso real fueron las raspaduras en la pared, los ruidos
misteriosos en la habitación, es decir, los clásicos Poltergeist, las manifestaciones
menores de la telecinesia, tales como un cajón que salía de su armario y caía al
suelo; las levitaciones y vuelos de varios objetos y muebles por la habitación; las
misteriosas marcas que aparecían impresas en la propia carne del poseso; la
transformación de la voz en cavernosa y gutural, con inflexiones satánicas; extrañas
habilidades psíquicas del poseso, hiperdinarnismo o superfuerza paranormal; las
metamorfosis y rugido propios de una bestia salvaje; los increíbles salivazos que, con
potencia e inaudita puntería, dirigía a los exorcistas, incluso con los ojos vendados;
los fenómenos de tipo de percepción extrasensorial, clarividencia, precognición, etc.

Blatty tomó de otros casos de posesión el fenómeno de la transformación de la cara,
de la horrible lengua pastosa y alargada, característicos de cierto tipo de trastornos
histéricos, el terrible frío en la habitación, las sacudidas en la misma, el agrietamiento
del techo, etc., así como unos cuantos fenómenos más de tipo paranormal, de
menor importancia y algo ambiguos. El fenómeno de la vuelta de la cabeza sobre el
cuello fue extremadamente acentuado en la película, en que giró 180 grados. No
ocurrió en el caso de Mount Rainier, pero sí en otros casos de posesión e histerismo.
En efecto, se han observado casos en los que el poseso fue capaz de realizar las más
increíbles contorsiones, llegando al extremo de doblarse hacia atrás, hacerse una
auténtica bola y tocar los pies con la cabeza; y todo ello sin lanzar ningún grito de
dolor, como si fuera 1a cosa más normal del mundo.

En la película, la posesa reacciona como los endemoniados. También son auténticos
las descripciones de los ritos de la misa negra y los demás aspectos del libro
relacionados con el satanismo y la posesión diabólica. Incluso hay en la obra una
prueba de la existencia del poder del Mal y la intervención del mismo en los actos
humanos, de una inteligencia maligna inconcebible; la escena de la masturbación de
la chica con un crucifijo es una acción que tanto en la obra literaria como en la vida
real, hace que una persona atea busque una interpretación religiosa del acto.



Blatty cree en la posesión demoníaca, y respecto a ello ha declarado
personalmente que un 97 ó 98% de los casos llamados fácilmente de posesión, no
son más que trastornos psíquicos, para los cuales la ciencia tiene una explicación
satisfactoria. Sin embargo, queda un 2 o 3% que son casos reales de posesión
diabólica. Opina que se ha adelantado muy poco en el estudio de estos fenómenos:
“Psiquiátricamente no se sabe hoy más de lo que se sabía en 1921 sobre el
fenómeno de las posesiones demoníacas, su naturaleza y las causas por las que se
producen.” Estos fenómenos son tributarios no sólo de la psiquiatría, sino también
de la psicología y, muy principalmente, de la parapsicología, puesto que en ellos se
producen precisamente fenómenos paranormales.


LA MALDICIÓN DE EL EXORCISTA

Aunque pueda parecer increíble, una aparente maldición se cierne sobre las
personas que en algún momento y de alguna forma han tenido algo que ver con el
tema de El exorcista. El propio Blatty ha confesado que ya cuando escribía los
últimos capítulos de la novela vivió una interminable serie de extrañas y misteriosas
experiencias que le hicieron dudar de su integridad mental. En gran parte atribuye a
autosugestión lo ocurrido, si bien reconoce que le han pasado ciertas cosas para las
cuales no encuentra una explicación racional y cree que son verdaderas
manifestaciones de “entes desconocidos.”

También al equipo que filmaba El exorcista le currieron unos sucesos extraños que,
por una serie de motivos comerciales, no les han permitido hacer públicos. Por
ejemplo, la noche en que se inició el rodaje de la pelícuua, inexplicablemente
empezaron a arder los estudios cinematográficos de la Warner en Hollywood. Quizá
fue una coincidencia, lo mismo que el hecho de que Jack MeGowran, actor que
interpretaba un importante personaje en la película y que murió, al fin, en ella,
acabó muriendo en realidad poco después de haber finalizado el rodaje de la película.
Otra “coincidencia”: el jesuita Tom Bermingham, consejero técnico de la película,
tuvo que ser hospitalizado urgentemente, ya que le apareció un tumor en su brazo
y hubo que extirpárselo.

La joven Linda Blair que estaba encinta, fue violentamente derribada por su caballo
favorito. Además de correr gran riesgo físico, perdió el hijo, lo cual le causó el
consiguiente trauma, que dejó ciertas secuelas en su equilibrio psicofísico. Por otra
parte, en la versión teatral de la obra estrenada en el “Teatro Comedy” del West
End, en Londres, el papel de posesa lo interpretaba la bella actriz Mary Ure, la cual
murio la misma noche del estreno, después de la representación, en misteriosas
circunstancias, no aclaradas todavía. La actriz representaba el papel de una posesa
en la que había penetrado el espíritu de un muerto. Durante la representación se
tiraba al suelo, se desvanecía unos segundos, volvía en sí ya posesa; tanto por su
voz como por sus gestos, se veía que dentro de ella se hallaba otro espíritu que
gritaba, aullaba, se transformaba en una bestia salvaje. La noche del estreno, los
espectadores del “Teatro Comedy” se estremecieron al oírla hablar con aquella voz
tan diabólicamente maligna, de ultratumba. Según dijeron los críticos, “jamás había
salido antes de su garganta un tono de voz semejante,” opinión en la que
coincidieron sus mismos compañeros, quienes la felicitaron por haber “vivido” tan
extraordinariamente su papel de posesa demoníaca. A la mañana siguiente, a eso de
las once y media, fueron a buscarla a su apartamento y la encontraron muerta.
Estaba tendida en la cama, con síntomas de haber vomitado. Su rostro había
perdido toda su belleza y mostraba una horrible mueca. Llamado el médico, la
examinó y certificó que había muerto por asfixia a causa de los vómitos, que le
sobrevendrían cuando dormía. Sea como fuere, los forenses no han dicho por ahora
su última palabra. Su muerte es un enigma, y sabemos extraoficialmente que se
encuentran ante uno de los casos más difíciles de determinación del origen de la
muerte.

Sea como fuere, lo cierto es que Mary Ure se retiró a su casa á las tres y media de la
madrugada, y ya nadie más la volvió a ver con vida. Según parece, la muerte le
sobrevino tras un violento ataque de “extraños vómitos”, cuyos restos fueron
encontrados junto a ella, y todavía no hay una explicación oficial y plausible que
aclare tan misteriosa muerte. ¿Quizás estaba realmente posesa?




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