Caída desde altura
Si es posible intentad aterrizar sobre los pies
La caída desde altura está ciertamente entre las formas más rápidas de morir; la velocidad Terminal (no intento hacer un juego de palabras) es de aproximadamente 200 kilómetros por hora, la cual se alcanza si uno se cae desde unos 145 metros más o menos. Un estudio realizado sobre caídas mortales en Hamburgo, Alemania, descubrió que el 75% de las víctimas mueren en los primeros segundos, o minutos, tras el aterrizaje.
La causa exacta de la muerte varía, dependiendo de la superficie sobre la que se cae y de la postura de la persona. Si aterrizan de cabeza, es especialmente improbable que lleguen vivas al hospital. Esta postura es la más común para caídas bajas (desde menos de 10 metros) o altas (por encima de los 25 metros). Un análisis realizado en1981 sobre suicidios por saltos desde el puente del Golden Gate en San Francisco (altura = 75 metros, velocidad de impacto contra el agua = 120 km/h) descubrió numerosas causas de muerte instantánea, incluyendo grandes magulladuras en los pulmones, pulmones colapsados, corazones que explotan, o daños en las grandes vías sanguíneas del cuerpo y en los pulmones a causa de la rotura de las costillas.
Los supervivientes de caídas desde grandes alturas a menudo comentan la sensación de que el tiempo se ralentiza. La reacción natural es luchar por mantener la postura vertical (sobre los pies) al aterrizar, lo cual resulta en fracturas en los huesos de las piernas, en la parte baja de la columna vertebral y los peligrosísimos traumatismos de pelvis. El impacto, al viajar a través del cuerpo, puede hacer que la aorta y las cámaras del corazón revienten. Aún así, probablemente sigue siendo la forma más segura de aterrizar, a pesar de la fuerza que se concentra en un área pequeña, los pies y las piernas forman una “muelle amortiguador” que provee cierta protección a los órganos internos principales.
Algunos escaladores expertos o saltadores con paracaídas, que han sobrevivido a caídas, dicen haberse concentrado con todos sus sentidos en asegurarse un aterrizaje del mejor modo posible: relajados, piernas dobladas, y donde fuera posible preparados para rodar. Ciertamente, cualquier cosita ayuda, pero la intención principal de cualquier persona que caiga debería ser la de buscar un lugar blando sobre el que aterrizar. En un periódico de 1942 se cita el casi de una mujer que cayó desde su apartamento (a una altura de 28 metros) sobre tierra recién labrada. Acto seguido se marchó andando con solo una costilla y una muñeca rota.
Electrocución
El corazón y el cerebro, lo más vulnerable
En las electrocuciones accidentales, que normalmente implican los bajos voltajes domésticos, la causa más común de fallecimiento es la arritmia, que detiene el corazón. La pérdida de consciencia llega tras los 10 segundos, comenta Richard Trohaman, cardiólogo de la Universidad Rush en Chicago. Un estudio realizado sobre fallecimientos por electrocución realizado en Montreal (Canadá), descubrió que el 92% habían muerto probablemente de arritmia.
Las corrientes más altas pueden causar pérdida de consciencia casi de forma inmediata. La silla eléctrica fue diseñada para producir una pérdida de consciencia instantánea y por tanto una muerte indolora - un avance frente a la tradicional horca - al conducir la corriente a través del cerebro y del corazón.

Si alcanzó o no sus objetivos es aún materia de debate. Estudios realizados con perros en la década de 1950 descubrieron que los electrodos tenían que ser colocados a ambos lados de la cabeza para asegurar que pasara un volumen de corriente suficiente a través del cerebro como para dejar inconsciente al animal. Ha habido realmente muchas ejecuciones chapuceras en las que se necesitaron varias descargas para producir la muerte, o en las que saltaban llamas de la cabeza del prisionero; al menos en un caso debido a una esponja sintética húmeda pegada a los electrodos de la cabeza del prisionero, que resultó ser un conductor tan pobre que ardió al calentarse a causa de la corriente.
Un análisis forense realizado en 2005 de los restos de 43 prisioneros sentenciados a muerte en la silla eléctrica, descubrió que las heridas visibles más comunes eran quemaduras en piernas y cabeza, allí donde se implantaban los electrodos. El autor del estudio, un vetrano forense de Florida llamado William Hamilton, concluyó que estas quemaduras se producían post-mortem, y que la muerte fue en realidad instantánea.
Sin embargo, John Wikswo, biofísico de la Universidad Vanderbilt en Nashville, Tennessee, sostiene que los gruesos huesos aislantes del cráneo podrían evitar la llegada al cerebro de buena parte de la corriente, y que en vez de instantáneamente los prisioneros podrían fallecer por calentamiento del cerebro o quizás por asfixia debido a la parálisis de los músculos respiratorios; en cualquier caso, una forma muy poco placentera de morir.
Casi instantáneo
Perder la cabeza, aunque suene espantoso, puede ser una de las formas más rápidas y menos dolorosas de morir - siempre que el verdugo sea habilidoso, la cuchilla esté afilada, y el condenado no se mueva.
La cumbre de la tecnología en decapitaciones es, por supuesto, la guillotina. Adoptada oficialmente por el gobierno francés en 1792, era vista como más humana que otros métodos de ejecución. Según los testimonios de la época, la primera vez que la guillotina fue usada en público, los espectadores quedaron horrorizados por la velocidad de la muerte.
Podrá ser rápida, pero no obstante se cree que la consciencia no se pierde tras el corte de la médula espinal. Un estudio realizado con ratas en 1991 descubrió que el cerebro tarda 2,7 segundos en consumir el oxígeno de la sangre de la cabeza; la cifra equivalente para humanos se ha calculado en unos 7 segundos. Algunos informes históricos macabros que datan del período post-revolucionario en Francia, citaban que los ajusticiados movían los ojos y la boca durante 15 o 30 segundos tras el golpe de la cuchilla, aunque podría tratarse de espamos de horror o reflejos post-mortem.

Si terminas por perder la cabeza, pero no tienes la fortuna de que esto suceda en la guillotina, o mediante una hoja muy afilada y bien blandida, el tiempo de conciencia ,y por tanto de dolor, podría ser mucho más largo. En 1587, el verdugo de María I de Escocia necesito tres intentos para cortarle la cabeza con su hacha. Tuvo que acabar el trabajo con un cuchillo.
Una décadas antes, en 1541, Margaret Pole, la Condesa de Salisbury, fue ejecutada en la Torre de Londres. La arrastraron hasta el patíbulo, pero se negó a colocar la cabeza sobre el tronco. El inexperto verdugo le hizo una herida profunda de hacha en el hombro, y no en el cuello. Según algunos testimonios, la condesa saltó del patíbulo y el verdugo tuvo que ir tras ella hasta capturarla, tras lo cual necesitó asestarle 11 golpes antes de matarla.
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