Cada esquina de Buenos Aires esconde su historia. Verdades atrapadas en construcciones inertes que con el paso del tiempo se han convertido en pieza clave de la historia de la ciudad. Uno de los iconos míticos es la Iglesia de Santa Felicitas, famosa por su historia y por su peculiar arquitectura.
Construida en 1876 por el arquitecto de origen alemán Ernesto Bunge, en el barrio de Barracas. La obra se realizó en memoria de Felicitas Guerrero de Álzaga, una joven argentina que enviudó en 1870, cuando tenía 24 años y fue asesinada poco más tarde por un despechado pretendiente.
La Capilla, de estilo ecléctico, con formas Neorrománticas y Neogóticas, fue emplazada al pié de la barranca de Santa Lucía. La decoración interior combina mármoles, estucos y detalles pictóricos, con tres altares de mampostería policromada y hermosos vitrales de origen francés. Arañas con caireles de cristal, un reloj inglés con carrillón de un metro de diámetro (recientemente restaurado en Inglaterra y puesto en marcha por el Príncipe Andrés de Gales en el año 1999) y hasta un órgano alemán con 783 tubos.
Es la única Iglesia en Buenos Aires que tiene estatuas que representan a mortales, las de Martín de Alzaga y la de Felicitas con su hijo Felix- Actualmente se encuentra frente a la Plaza Colombia entre las calles Isabel la Católica, Pinzón y Brandsen. Allí luce una placa que reza : “ Capilla de Santa Felicitas. Fundada el 30 de enero de 1879 por Carlos José Guerrero y Felicitas Cueto de Guerrero en memoria de su hija Felicitas Guerrero de Alzaga. “
Esta maravillosa edificación marcó pautas en la arquitectura de la época y es patrimonio cultural nacional de Argentina. Colectivamente con el Gobierno de la ciudad de BuenosAires y el Arzobispado de Buenos Aires se elaboró un proyecto de saneamiento de varios años, que incluía la restauración de los vitrales del sigo XIX, el órgano, el reloj inglés y los techos de la iglesia. La República Federal de Alemania aportó la suma para los costes de restauración de éste último, las cubiertas de pizarras y zinc de las naves, la cúpula central y sacristía de la Iglesia.
Historia de Felicitas Guerrero
El paisaje desde hace 134 años, hacia fines del siglo XIX, en la zona del hermoso puente de hierro sobre el río Salado, con el monte de talas a un costado convertido en isla por las inundaciones, sigue manteniendo hasta el día de hoy las mismas características que vio en aquel entonces, doña Felicitas Guerrero, cuando iba a ser inaugurado por el Gobernador Emilio Castro en la presidencia de Sarmiento, hecho ocurrido poco tiempo antes de ser asesinada.
La casona colonial de La Postrera, uno de los muchos campos que había heredado, sería el escenario de la nueva celebración que había previsto en todos sus detalles hasta que volviera de Buenos Aires, donde estaba preparando su nuevo casamiento.
La mujer más hermosa de la República según palabras de Guido Spano, es tema de actualidad por su personalidad (coqueta e independiente) y lo que revela la condición femenina de su tiempo. Así el retrato de Ana María Cabrera, escritora y profesora de letras, en su libro Felicitas Guerrero.
A los 26 años, le había ocurrido todo lo bueno y todo lo malo: hija mayor de once hermanos, linda, romántica y rebelde, tuvo que casarse a los 16 con un hombre mucho mayor por decisión de su padre para “sentar cabeza”. Un matrimonio en el que tuvo la dicha de su maternidad y algunos sobresaltos, como la aparición de cuatro hijos extramatrimoniales reconocidos por su esposo. Luego en sólo dos años perdió a sus hijos y al marido, don Martín Gregorio de Alzaga. Quedó joven, rica y estanciera. La viuda comenzó a ocuparse personalmente de los campos, que luego se convertirían en Pinamar, Cariló, Madariaga, etc.
Así se transformó en una empresaria rural, lo que aún hoy es difícil para una mujer y se apoyó en su hermano Carlos, que sería el primer importador de Aberdeen Angus. Una noche al perderse su carruaje en la tormenta, la sorprendió el amor, quizá por primera vez al conocer a Samuel Sáenz Valiente, hacendado vecino.
Hasta aquí doña Felicitas, feliz en el campo. Muy distinta al epílogo que se recuerda todos los 30 de enero cuando su enamorado despechado, Enrique Ocampo (tío de Víctoria, nuestra gran escritora), la mata y muere en circunstancias tan poco claras que le agregan misterio policial. Este episodio trágico, dio origen a la construcción del magnífico templo que levantaron sus padres en su memoria, y que hasta el día de hoy sigue siendo testimonio de aquella historia, una de las leyendas de Buenos Aires.
martes, 13 de noviembre de 2007
Iglesia de Santa Felicitas, remembranza de un amor
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8:03 a. m.
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