Siempre se nos ha dicho que el corazón ama y siente pero, ¿es posible que también piense, recuerde, se comunique con otros corazones, ayude a regular la inmunidad y contenga información almacenada circulando a través de nuestro cuerpo? Recientes investigaciones sobre la memoria celular apuntan a que es el corazón y no el cerebro el recipiente de los secretos que conectan la mente, el cuerpo y el espíritu.
En el siglo XVII, En el siglo XVII, Sir Kenelm Digby, miembro de la Royal Society, hizo un experimento con el corazón de una víbora: tras arrancárselo y guardarlo en un lugar templado y húmedo, comprobó que latió durante veinticuatro horas. Cuando cesó de latir lo humedeció con agua templada y el órgano palpitó de nuevo. Luego lo cortó en varios trozos, y las partes separadas siguieron latiendo durante un tiempo prolongado.
Lo mismo ocurre con el corazón humano: aunque la cabeza se separe del cuerpo, el corazón continuará latiendo durante horas. No en vano, este órgano, asiento de la vida y músculo central del sistema fisiológico, es "primum vivens, ultimum moriens", el primero en vivir y el último en morir en todas las criaturas. "Nunca estuve interesada en el sexo. Ni siquiera pensé mucho en eso, pero ahora agoto a mi marido. Deseo hacer el amor todas las noches y, a veces, me masturbo dos o tres veces al día. Antes odiaba los vídeos X, pero ahora los adoro. Me siento como una mujerzuela y cuando estoy de buen humor, realizo un striptease para mi marido. Jamás había hecho algo parecido antes de mi operación. Cuando le comenté esto a mi psiquiatra, me dijo que era una reacción a los medicamentos y porque ahora tengo un cuerpo más sano. Posteriormente he descubierto que mi donante de corazón era una chica que trabajaba en un topless y actuaba como profesional a domicilio. Creo que he adoptado su orientación sexual, y mi marido también lo piensa así".
Por extraño que pueda parecer, este relato de una mujer de 35 años a quien se le trasplantó el corazón de una prostituta de 24 años no es el único en su género. Desde principios de los años setenta se vienen recogiendo informes de personas que tras un trasplante de corazón alegan haber adquirido gustos, hábitos, aptitudes y memorias de los donantes muertos.
Hasta ahora sólo se han publicado un par de libros que recogen dichas experiencias, pero el fenómeno ya suscita una polémica parecida a la surgida hace más de veinte años con las experiencias cercanas a la muerte. Uno de estos libros, A Change of Heart, de Claire Sylvia, recoge los cambios experimentados por la autora a raíz de una operación de trasplante; otro más reciente, El código del corazón (Ed. Edaf), de Paul Pearsall, se enfrenta abiertamente a un dogma de la moderna ciencia médica: la dependencia que tiene la memoria del sistema nervioso central.
Aunque tal dogma descarta por completo la
posibilidad de que los hábitos puedan modificar estructuras
bioquímicas que afecten al tejido del corazón, Pearsall no
parece albergar dudas que el corazón, además de constituir
el centro de energía más importante del cuerpo, es al mismo
tiempo un mensajero del código que representa el alma. Una
propuesta tan provocadora como la suya ha supuesto que se le
acuse de perjudicar al movimiento de trasplante de órganos
porque hace pensar que el corazón es mucho más que una masa
de células biomecánicas. También se ha calificado a Pearsall
de gurú prolífico de la auto-ayuda, pero en todo caso, su
último libro ofrece una perspectiva novedosa en un campo que
la ciencia no ha explorado todavía suficientemente.
Por desgracia, la energía L o quinta fuerza
propuesta por Pearsall es extremadamente sutil e imposible
de medir con los instrumentos científicos actuales. No
obstante, Pearsall sugiere que los efectos de la misma son
ilimitados: viaja más rápidamente que la luz y genera
efectos no localizados como la telepatía, la curación a
distancia y el poder de la oración intercesora. Y, sobre
todo, el corazón está formado exclusivamente por energía L y
comunica y lleva su propia forma, aunque de un modo torpe,
al campo electromagnético creado por él. Este campo es cinco
mil veces más potente que el electromagnético cerebral, por
ello es posible que el corazón, gracias a su enorme energía
potencial, sea el centro principal de conducción de la
energía L.
La mayoría de los profesionales de la salud no
reconocen la existencia de esta energía. Cuando preguntamos
al psicoanalista y quinesiólogo Juan A. González qué opina
sobre las ideas de Pearsall en relación a la hipotética
energía L y la posibilidad de que el corazón sea el centro
principal de conducción de la misma, responde: "Si negáramos
la existencia de una energía que lleva información por todo
el organismo, estaríamos negando también la existencia de
los meridianos de acupuntura y la de los cuerpos sutiles.
Estos cuerpos están implicados en la concepción de la salud
y están unidos entre sí por algo que llamamos el cordón de
plata, que está conectado al cuerpo por el corazón.
Experimentalmente sabemos que la conexión está exactamente
en el punto BP21, que es el del meridiano bazo-páncreas, el
más cercano al corazón, pero esto no confirma que este
órgano contenga un código que indique quiénes somos".
Debido a que el latido del corazón responde
inmediatamente a las variaciones en el estado mental - por
ejemplo, en momentos de extrema ansiedad, tensión y terror,
palpita, y el pulso se acelera - se convirtió en muchas
culturas no sólo en el asiento de las emociones, sino en el
del alma. Así se dice que dos hilos de energía conectan la
forma del hombre con su alma: el primero es el de la
consciencia, anclado en la glándula pineal de la cabeza; el
segundo o hilo de la vida se ancla en el corazón, en el
nódulo sino-auricular, una masa de tejido que gobierna el
latido cardiaco. Este nódulo recibe fibras del nervio vago y
se denomina en la tradición bíblica el "sendero para el
aliento del Espíritu Santo".
También los hindúes consideraban al corazón la
morada del principio divino. En los escritos tántricos, el
corazón es llamado el "pequeño loto de ocho pétalos",
asiento de Brahma, o centro de la consciencia espiritual del
hombre. Según esta visión, el nirvana se alcanza cuando la
consciencia se centra en el germen de Pragna, que se
encuentra en el chakra Anahata, el del corazón.
Los griegos también eran conscientes de que el
corazón era la fuente de la vida y de que los diversos
aspectos de la misma - los centros de la consciencia
llamados los "dioses" - habitaban en el corazón. Esta
creencia la tomaron de los egipcios, para quienes este
órgano era la morada del alma y no lo extraían del cuerpo
durante el proceso de embalsamamiento, a diferencia del
cerebro que extraían por las fosas nasales. Salvaguardaban
el corazón con sumo cuidado para que acompañara al cuerpo en
la otra vida donde sería pesado en la balanza en presencia
de Osiris.
La ofrenda del corazón, sede del alma, encontró su
forma más aterradora en los ritos realizados por los aztecas
de México, que arrancaban el corazón del pecho de los
prisioneros vivos para ofrecérselo, todavía latiendo, a las
deidades del Sol y de la Tierra. Entonces, el alma ascendía
a lo más alto de los cielos aztecas. Igualmente bárbara pero
no carente de lógica es la extendida costumbre entre algunas
tribus primitivas de comerse el corazón de los enemigos
heroicos para imbuirse de su valor. En algunas comunidades
del pasado, los corazones de los reyes muertos se comían
ritualmente. Los de los animales también se comían para
adquirir sus características, especialmente los de leopardos
y leones.
Los taoístas chinos consideraban al corazón como un
aposento de fuego localizado entre el cielo (la cabeza) y la
tierra (el abdomen) y decían que su transmutación llevaba a
la inmortalidad.
En la tradición mística occidental, el corazón es la
localización de la Luz de Cristo y el propio Jesús animaba a
sus discípulos a entrar en silencio en este aposento para
conversar directamente con el Padre.
Fuente
jueves, 1 de noviembre de 2007
El codigo secreto del corazon
en
2:14 p. m.
Etiquetas:
Corazón,
Secreto
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