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jueves, 22 de noviembre de 2007

A 40 años del OVNI del Cerro de las Rosas - CBA



El reconocimiento del terreno fue habitual. También los hombres que llegaron por primera vez: albañiles, señores de la construcción, borceguíes y gorra. Sólo un mendocino, llamado Vicente, llamaba la atención. Espigado, imaginativo. Era el que llevaba, como lanza a la batalla, la idea. Se empezó a montar, ahí apenas el Cerro ser hace cerro, la estructura habitual de cada casa y cada choza. Mucho cemento. Mucho hierro.

Cimientos, columnas, piedras y arena. Pero una mañana, un nuevo sol, una aventura y una imagen única, irrepetible: ¿un OVNI se ha posado sobre la novel construcción? ¿Era el fin de la obra de Cantale y sus compañeros y albañiles y el yugoslavo que ayudaba con el balde y la cuchara y el fratacho? ¿Un OVNI? Nada de eso: a partir de ese día, hace casi 40 años, el Cerro y al ciudad de Córdoba comprendieron que ese supuesto OVNI aterrizado no era más que el techo de una de las casa más célebres de la Ciudad: la casa redonda, obra del creativo del hormigón, Vicente Cantale.

Símbolo Inexcrutable

Adolfo Orma 2024. Adyacencia a la subida de la Núñez. Hasta el juego de las obras viales y de ordenamiento del tránsito se pusieron de acuerdo para que esa calle fuera vía directa de acceso al barrio desde la Avenida: y qué acceso! La circunferencia, dicen, exhibe en sí misma la correlación exacta entre el equilibrio y la belleza: la luna y el sol, el balón de fútbol y el vientre en gestación de una mujer, la rueda que rueda y el contorno perfecto de una margarita florecida.

Circunferencias que remiten a la creación, la armonía. La naturaleza. Y la casa redonda es redonda no por un excéntrico constructor y un alocado propietario y dineros que sobraban. La casa redondo es redonda porque un excéntrico constructor y un alocado propietario tenían en cuenta estas cosas: la belleza del cosmos. Vicente Cantale, el excéntrico constructor, dice cada vez que puede que el es un hombre del sentido común, que vive en plena armonía con la naturaleza: “En la naturaleza está todo el equilibrio” asegura. Y que en todo eso se inspiró para hacer la casa redonda, “hacerla despegada del suelo, que tuviera una fuga hacia el espacio” le confió a Matices hace unos años. “Hicimos un árbol para poder vivir en él, copiar su armonía”,insistió. Un árbol. El sueño. Vivir en un árbol. Plantado a la tierra. Acariciado por los vientos. Y buscando la altura. La casa redonda.

El techo, visto de frente, termina de manera cónica. Piramidal, como un par de manos juntas de palmas, en pleno rezo. En plena plegaria. 17 metros de diámetro. 50 de perímetro. 300 cubiertos por la copa piramidal, nave extraterrestre, árbol único. 1965/1967. Entre esos años se construyó. Mucha luz, muchas aberturas. Mucha apertura. Ningún rincón. Nada para ocultar, esconder o penitenciar en un rincón. Y suspendida. Suspendida como la luna. El sol. Como lo que imita. Una columna vertebral y 5 vigas. El techo unido a las paredes vía burletes. Sin tocarse. Y nada, nada hecho para demostrar trasgresión porque sí. Nada pensado en romper las convenciones por romperlas, como quien viola normas para demostrar una rebeldía sin causa. La casa redonda es mimesis. La casa redonda somos nosotros mismos convertidos en nuestra mejor guarida. Y sí señores, basta de dudas. La casa gira. En nuestras cabezas, la casa gira desde hace 40 años y nos mantiene en equilibrio. Pura armonía.

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